Quienes se plantean la compra de un coche a batería, probablemente se sientan atraídos por las ventajas del motor eléctrico. Nos referimos, en primer lugar, a la eficiencia del motor, superior en un 80 % –si no el 90 %– al motor de combustión interna más eficiente, es decir, más del doble. Traducido: la dispersión de energía es significativamente menor que en los coches convencionales, lo que beneficia la eficiencia. Al fin y al cabo, solo una parte del combustible quemado por los motores térmicos se transforma en energía cinética, mientras que la mayor parte se convierte en calor.
En cuanto a las prestaciones, los motores eléctricos tienen todo el par disponible de forma casi instantánea. Por eso, a igualdad de potencia y segmento, y a pesar del mayor peso debido a las baterías, los coches eléctricos son más ágiles. No es de extrañar que algunos conocidos modelos orientados a la familia puedan incluso competir en prestaciones con varios supercoches convencionales.
Pero si hablamos de los coches eléctricos y sus ventajas, tampoco podemos olvidar la mayor confiabilidad de los motores: las averías son más raras que en los vehículos convencionales. Al fin y al cabo, su cadena cinemática tiene una estructura más sencilla, no tiene piezas de desgaste y no requiere la sustitución de filtros y fluidos, por lo que los costes de mantenimiento se reducen considerablemente.